En el bar de la esquina de Alem y 3 de Febrero están Miguel y Pablo Jubany, padre e hijo,ubicados en una mesa pegada a una ventana. Inmersos cada uno en su mundo (o en el mundo que ofrecen sus celulares), no se hablan. Ya se terminaron sus pocillos de café. Son parecidos. Ambos delgados, desgarbados, con una conciencia estética muy marcada dentro del estilo que proponen respectivamente. Miguel tiene ochenta años, es letrista, docente e investigador de tango. Lleva publicados diversos libros, entre ellos Tango, un lugar en el mundo para nuestra cultura yPalabra de tango (ambos por la editorial de la Universidad Nacional deRosario).Pablo tiene treinta y ocho y es músico. Tiene editados dos discos: La espera y El futuro. Se llevan cuarenta años pero se entienden. Trabajan juntos en distintas experiencias artísticas como la cantataEvita, un puente de amor y en las clases que da Miguel en la Universidad Abierta para adultos mayores, de la UNR. Se les pregunta por la manera de producir y concebir el arte y no se necesita nada más. Ideas y obsesiones se disparan para todos lados. Rebotan, golpean en las ventanas, en el techo, en las cabezas de quien los escucha pensar en voz alta.

 

Fotos: Maximiliano Conforti

 

Un camino comienza en Maciel. Suena en la radio. El tango inunda cada casa y le pone palabras al mundo que aparece delante de los ojos de Miguel. Una canción que le canta al pueblo y que el pueblo canta. No es solo palabra. La cuestión es la palabra cantada.Lo que no se vuelve a separar. Cobre y estaño. La canción es esa suma indivisible que hace al bronce. Otro camino comienza en el living de una casa del centro de Rosario. Una prohibición enreda la trama. “Pablo, tenés nueve años, no podés mirar tele a las doce de la noche”, dice una mamá, y propone grabar aquel especial de videoclips dedicado a David Bowie.Después Pablo lo estudiaría hasta el cansancio y seconvertiría en un músico de rock. La historia de Miguel y Pablo Jubany es la de un padre y un hijo dedicados a la música, al universo de sus ideas y a lo que resulta un enigma: ¿de qué está hecho el corazón de la canción que, sin importar la época, siempre sobrevive?

 

Miguel, ¿cómo comenzó tu amor por el tango?

Miguel: El tango estaba instalado como música popular. De muy chico en Maciel ya escuchaba de todo, la mayor cantidad de letras las aprendí entre los siete y los ocho años. Por eso hablo de los territorios del canto. Boris Vian decía que la canción entra por la música pero se recuerda por la letra. Es decir que lo cantado marca una pauta fundamental. Las canciones salían en las revistas de la época, que traían las letras, pero también había un pueblo que cantaba. Que cantaba en su casa y cantaba en familia. Que cantaba en el café.

La orquesta de la familia era la de mi tío Antonio. Uno de sus primeros cantores fue Guido Seveso, el marido de mi hermana Nelly. No era cerrada en absoluto. Era una orquesta característica, así se las conocía. Se llamaba “Caravana” como el fox de Duke Ellington ytocaba buena música melódica, boleros y música brasileña. Podía hacer jazz. Todo eso se daba allí y era muy admitido, formaba parte de ese mundo musical donde el tango intentaba aparecer y convivir.

El entendimiento del tango llegó después. Empiezo a venir a Rosario con quince años y ya no había dos clubes como en Maciel. Me gustaba ir a ver básquet y en esos lugares se armaban los bailes. Después invadieron las piletas y se acotaron los espacios. En carnaval algunos tenían mayor convocatoria con discos y el panorama ya era heterogéneo: chachachá, tango, grupos de rock. No sé bien en qué momento venía un maestro al que ahora lo usan para la buena suerte, Pugliese, y le tiraban monedas para que se bajara. Empezó a haber un público que ya no soportaba el tango.

Cuando voy estudiando la tanguidad, es decir, lo que fue el tango antes de ser tango, veo que es natural que se haya relacionado con el teatro popular para acomodarse en el poquito lugar que le quedaba. Así es como me gusta mucho el jazz, la música cubana, la música brasileña y el flamenco; y es por eso que trato de hacer una conjunción desde sus orígenes. Lo que no puedo entender es cómo el rock fue ganando un espacio a partir de algo que no era previsible que sea rock: El club del clan, por ejemplo. Eso es lo que no pude percibir a tiempo.

 

Pablo, ¿hay algo de ese entendimiento del tango y de la música en general del que habla tu papá que te haya transmitido al momento en que descubriste el rock?

Pablo: Mis padres ya eran grandes cuando nací, había gap generacional y no tenía hermanos mayores en mi casa. No había vasos comunicantes con lo que pasó en el 70. No tenía manera de dar con el rock salvo por los medios de comunicación, que fue lo que ocurrió. Yo era un chico que se portaba bien y mis padres me llevaban a todos lados con ellos. El mundo de la actividad cultural para mí siempre fue muy natural.

Te ibas a portar mal de grande.

Pablo: Sí, eso fue después. Mal para mí mismo. “Tan solo ha sido flaco con él mismo”, escribió Troilo. Crecí en ese contexto. Mi tío, el hermano de mi mamá, es cantante lírico; mi abuelo, el papá de mi mamá, era también letrista y cantor en Radio 2.

Miguel: Vicente, el tío de tu mamá, fue músico de Alberto Castillo.

Pablo: Él no es músico y eso me dio la idea de que el arte se puede abordar desde lo conceptual. Esto eslo que heredé de manera fehaciente. Si bien ejerció un oficio concreto que es el de letrista, el hecho de que esté tan cerca de la música, sin frustración ni interés por tocar, me dio la pauta de que estar en la música no necesariamente consiste en ser quien toca, me dio una libertad enorme a pesar de que me convertí en músico. El ecosistema en el que estaba era bastante ecléctico.Él, además de ser letrista,es una persona aficionada a la escucha,y eso me hizo conocer lo más interesante de los 50 y los60, la música que le dio sustento a lo que después iba a ser el rock. Jacques Brel, por ejemplo. Cuando yo doy con el rock, no doy con el rock en general, sino con el rock que se sirve de estas cosas para hacer una propuesta multimediática y multidisciplinaria. Y tiene que ver con Bowie. Yo fui a ver Laberinto con vos.

Miguel: Sí, aparece algo de magia también ahí. Me acuerdo.

Pablo: Hasta ese momento me encantaban las historietas. Mi compromiso era casi religioso. Primero con He-man, después en el 89 con Batman, ya era un nerd hecho y derecho. Lo veía en comparación a mis compañeros: a ellos también les gustaban las historietas y los dibujitos, pero de una manera más bien pasajera, les daban bola un día y otro no.

Miguel: Además, eras un coleccionista.

Pablo: Claro, jamás tiré un muñeco, están todos en lo de mi mamá. Tenía una cosa muy metódica, analíticaprimero y después de mucha fascinación con la épica que traían aparejada. Lo que pasó es que me reconocí en lo que quería hacer. Yo era un niño dibujante, me gustaba el tema de la actuación. Pero la música como concepto te pone en un lugar donde es posible satisfacer la vanidad.El cuerpo de uno es el centro donde confluye todo: ser un esteta, un músico, un intelectual incluso.

 

¿En qué estás trabajando ahora, Miguel?

Miguel: En la poética del tango y la canción universal, es la continuación de Tango, un lugar en el mundo. Profundizo en la noción de que la canción no es música más letra. La canción es una religión, es una mística. Si junto cobre con estaño logro bronce, y jamás lo voy a poder separar. Trabajo desde el bronce. La canción es eso. Eso es lo maravilloso.

Pablo: A mí lo que me gusta es mirar la tele, no escribir música.Pero algún vehículo tenía que encontrar para lograr una confluencia. No tengo una afección grande por la canción, la subestimé mucho tiempo. Lo que me calienta es el fenómeno estético. Pero descubrí,a los seis años de carrera, que mi desinterés por la letrística estaba atentado contra mi obra.No podía seguir tomándome la libertad de no hacerme cargo. Mi producción es una cosa hecha con mucho esfuerzo, un intento de alcanzar cierta calidad siguiendo el camino de los artistas que adoro.

 

¿A vos te genera esfuerzo escribir, Miguel?

Miguel: Para nada.

Pablo: Hay una diferencia, él lo hace porque le gusta.

Miguel: Adquirí cierto oficio con respecto a la canción. Si quiero hacer una canción la hago y si quiero hacer una más, puedo hacerla. Automáticamente tomo conciencia de eso y dejo de escribir. Dejé de escribir por tres años. Cuando volví lo hice con mucho esfuerzo, cuidándome de no dejarme atrapar por los mismos vicios del oficio. El oficio prevalecía por sobre el deseo.

Pablo: Por pertenecer al rock heredé un protocolo, y es el de la autoría. Las músicas de las que veníamos hablando, como el jazz, el tango y el bolero, no precisan que quien cante sea el compositor. Eso aparece con el rock. Lo que yo realmente quería era subirme a un escenario y tenía la idea de que la única manera de conseguirlo era produciendo la propia obra. Eso me permitió ser mejor cantante y tener mejor presencia en escena. Habiendo asumido el compromiso, más vale hacerlo con responsabilidad.Mirando hacia atrás, me resulta extraño entender lo no definitivo que es todo. Cuando elijo qué hacer, mi papá ya era producto de un paradigma anterior yyo de un paradigma vigente. Hoy hay otros paradigmas.

 

 

Autogestión

 

Miguel: Estamos buscando una forma de producir donde pueda dedicarme a la parte artística. Hace años que aprendí a ver la vida de forma rectangular. Cuando era dibujante y diagramador esa forma era vertical y ahora es horizontal, pero yo miro algo y sin querer lo recorto. Nunca me quedo tranquilo, estoy detrás de todo.No puedo disfrutar si tengo que estar pendiente de un montón de cosas. Hubo un momento donde no fue así.

Pablo: No que yo recuerde.

Miguel: Cuando hicimos Lucía de América, la historia de Lucía Miranda, trabajé con Domingo Federico y podía concentrarme en lo artístico. El consulado lo auspiciaba, así que lo económico estaba resuelto.

Pablo: En el quinto centenario de la colonización de América, el consulado era el de España. Año 92. Lo pongo en contexto.

Miguel: Todo el mundo tiene sus problemas. Si vos no reunís a la gente yno la mantenés unida,en el sentido de sostenerles el entusiasmo,y bueno, es natural que se distraigan con otras cosas.

Pablo: Hay otra cuestión más que se pone ahora en jaque en esta manera de producir a pulmón. Todos estamos con el culo en la mano no solo por lo que está pasando el país, sino porque hay una atomización en curso. Siempre fue difícil autoproducirse y ahora lo es más aún porque es más difícil contar con la concentración y la constancia de la gente. Él tiene la suerte de trabajar hace tiempo con un grupo de gente muy leal, pero imaginate lo que es esto para él, que es de otra generación…

Miguel: Es todo un asunto. Entrás en esa lógica que necesita mucho de los demás, sin la buena voluntad de la gente no se pueden hacer las cosas. En el tango no es común que se haga una opereta o, sin ir más lejos, una cantata como Evita. Además hay otra cuestión. En otro momento los que nos atrevíamos a algún tipo de proyecto no éramos tantos, ahora todo el mundo toca algo, sale y ya es competencia. La gente pone la vara siempre al mismo nivel. Las metas sonrepetitivas: esto tiene un metro veinte de alto, yo salto un metro veinte y si quiero poner la vara más alta me encuentro con un problema grave. A esta altura de mi vida no quiero saltar igual que hace quince años, me aburre hacer lo mismo.

Pablo: Me parece una ironía que los formatos que deberían tener mejor receptividad, porque todo está cambiando permanentemente, sean los que menos la tienen. Vos le decís a un colega“Tengo esta idea y no se puede inscribir en ningún formato tradicional” y son esas propuestas las que generan más temor que entusiasmo.

Miguel: Es que en ningún ámbito se habla tanto de vanguardia como en el artístico, y creo que no hay espacio más conservador.

 

Tango

 

Miguel: En el tango te encontrás con gente a la que no podés sacar de lo que conoce. La otra vez en la clase que doy en la Universidad Abierta para Adultos Mayores puse tangos con flamenco: Pasión Vega, Buika, Martirio. Cuando puse una versión de Nieblas del riachuelo de El Cigala, que no me gusta y que creo que él tampoco la entendió…

Pablo: A mí sí me gusta. En esa versión hay un tipo que hace un solo de contrabajo muy afinado, rarísimo. Es muy difícil afinar un contrabajo…

Miguel: ¡Sí! Y tiene mucho de jazz también. Pero tampoco importa si me gusta a mí o no. Vuelvo. Un alumno me dice: “¿Por qué no escuchamos la versión de Floreal Ruiz?”.A mí también me gusta más esa versión, pero Ruiz se murió hace muchos años y nosotros no, estamos vivos y tenemos que seguir evolucionando. Ese es el problema, los vivos. Dejé de ir con los tangueros a la mesa del Bar Blanco porque uno me dijo una vez: “Vos decís que no quiero a Piazzola, pero a mí me gusta Adiós Nonino”. Y yo le dije: “Gordo, yo no te voy a esperar setenta años para que te guste Tristeza de un Doble A”. Es así, llegan tarde. Tratan de frenar todo lo que pueden. Yo hablo desde el tango, no podría hablar de otra cosa. Te escucho a vos (señala a Pablo)y lo que puedo decir es que lo tuyo es una música urbana. Tiene un mensaje esencialmente urbano en su problemática y su paisaje.Por eso las clases que doy actualmente se llaman Los territorios del canto;es igual en las dos coordenadas, tiempo y espacio.

Los medios retienenla creatividad. Si vos seguís la evolución del jazz, entendés que llega un momento en que es el mercado el que dicta. “Podemos vender por acá, a gente de tal o cual edad”. Con el tango pasa algo peor: no hay mercado. Hay lugares casi clandestinos, precarios, con poco desarrollo, se canta lo mismo que hace cincuenta años.

Pablo: Difiero con ese diagnóstico, para mí el peor momento del tango ya pasó. Fue en los 80 y 90. Hay mucho por reconstruir para que el tango deje de ser una música de museo, pero el hecho de que haya gente que se anime a escribir tangos nuevos, aun cuando esos tangos no sean más que recreaciones estéticas, ya es más de lo que ocurría veinte años atrás.

 

Rock

 

Miguel: Tendría que haber empalmado ahí, mi generación escuchó rock and roll. El blues atravesó toda la música norteamericana. Están los subgéneros como el ragtime, el boogie-woogie y el foxtrot. Y detrás de todo eso está la gran orquesta y los grandes crooners. De pronto irrumpen Bill Haley y Little Richard, que para mí eran ruidosos. Y mirá que los bailábamos. Iba a Maciel y en la casa de Carlitos Miranda bailábamos desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche, nos bañábamos e íbamos al bailable hasta las tres de la mañana. Era una barra y creo que a los demás no les preocupaba asimilar esa música.

Pablo: Lo que hay que poner sobre la mesa es que en la década del 60 él ya era una persona con un compromiso ideológico. Lo que interrumpe la tradición de la música norteamericana que él venía siguiendo, monitoreando y disfrutando, es el rock, que cambia la manera en que ingresa la música norteamericana al resto del mundo. No es una música que conviva, viene a llevarse todo puesto.

Miguel: Ahí es donde veo que lo que llamaban ingenuamente rockescondía una cultura. Entonces comienzo a levantar una cultura del tango no porque me oponga al rock, sino por todo lo que configura la cultura nacional ciudadana a partir del tango. Por eso escribo el libro Tango, un lugar en el mundo para nuestra cultura. Incluso cito mucha gente del rock que lo plantea como un negocio. Y según ellos, lo que no podíamos soportar los retardatarios como yo es que el rock se metiera en nuestras casas a través de nuestros propios hijos.

Pablo: En el lugar en que me tocó aparecer cronológicamente, mi ingreso al rock no opera como una ruptura, sino como una fatalidad. Treinta años después es irónico pensar cómo el rock se devaluó. No es que yo dije “Elijo el rock porque me gusta más que Piazzola”, sino porque era el orden vigente. Si quería darme a mí mismo la posibilidad de decir algo y formar parte de algún escenario vital, el rock era el vehículo. Ahora ya está. Qué loco que estemos hablando de cómo se está diluyendo. Está bien, enhorabuena. ¿Cuántos géneros duran más de sesenta años, con la misma vitalidad o, al menos, sin la necesidad de pegar una agachadita para volver a saltar? Hace poco leí un artículo del New York Times que decía que el 2018 era un año para escuchar jazz igual de bueno que cualquiera de la década del 40 o 50. Está en un nuevo auge, pero tuvo que pasarla mal.